Cada noche en el comienzo de la milonga el Doctor Solís le coloca los zapatos a su señora.

Como parte del ritual de todas sus noches, los Solís llegan a la milonga temprano, se dirigen rápidamente a su mesa saludando desde lejos a los habitués tempraneros, se sacan sus abrigos, y acomodan las sillas dispuestos a ponerse los zapatos inmediatamente, no sea cosa de perderse la primer tanda de Donato-Lagos que bien saben que el DJ reproduce para ellos.

Sin perder el tiempo, la Señora Solís se sienta en la silla, se descalza sin necesidad de agacharse, dando leves empujoncitos con a cada uno de sus zapatos con la puntita del pie opuesto, luego se cruza de piernas y espera a su marido.

Con la habilidad de un atleta de 82 años, el Dr Solís saca de su bolsa de zapatos una linterna de excavador, se la coloca alrededor de su cabeza y la enciende con un firme ‘clic’.

Acto seguido se pone de rodillas frente a su esposa, apunta con la frente hasta alumbrarla a la altura de los pies y le empieza a colocar sus zapatos de taco violetas con la precisión de un grado 5 de oftalmología.

– ¡Eso es amor! – gritan los Olavarría

– ¡Eso es caballerosidad! – afirma don Montero

– No. Eso es presbicia – replica el Doctor Solís