Durante un período de inactividad, y como buen milonguero, Rodolfo Biagi acudía seguido al “Chantecler”, uno de esos cabarets afrancesados tan característicos de la primer mitad del siglo, en donde las mejores orquestas de tango y jazz se debatían todas las noches. Una de las más asiduas de dicho cabaret era la orquesta de Juan D’Arienzo, que comenzaba a alcanzar cierta popularidad pero no aún su apogeo. 

El pianista de D’Arienzo era en ese entonces Luis Visca (autor de “Compadrón” y “Muñeca brava”), hombre de carácter profundamente melancólico, frágil, y a la vez bastante famoso por sus problemas de salud que le impedían frecuentemente asistir a las actuaciones. 

Debido a su amistad con D’Arienzo y a su considerable experiencia como pianista, Rodolfo Biagi se convertiría poco a poco en el sustituto natural de Visca, a medida que el músico iba enfermando progresivamente. 

Con Biagi incorporado definitivamente al piano de Juan D’arienzo, la orquesta retornó del “cuatro por ocho” al “dos por cuatro”, al compás rápido y juguetón de los tangos primitivos, y se convirtió en la fiebre del momento, en la orquesta más bailable y más idolatrada por todos los milongueros.

Podríamos afirmar entonces que el trascendental éxito de D’arienzo se debe entonces a dos curiosos factores: la influencia Rodolfo Biagi en el piano, y los frecuentes problemas de salud de Luis Visca.

Salu!