LA MILONGA: AVATARES DE UN PATRIMONIO POCO RENTABLE

 

 
Un problema ya conocido para los gestores culturales es la frecuente clausura de espacios destinados a la cultura y a las artes. En los últimos años son muchas las iniciativas de espacios que han abierto sus puertas y han tenido que cerrarlas al poco tiempo, por las más ingeniosas razones que a uno se le puedan ocurrir.

Y el tango no es la excepción. Las bien conocidas “milongas” -espacios sociales por excelencia para bailar tango- luchan desde hace años por sobrevivir al paso del tiempo y a los avatares de los impuestos, los dueños de los locales, las normativas de bomberos, y las quejas de los vecinos.

El tango: un género que ha sido declarado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Una manifestación cultural que ha impulsado al Estado a generar un Plan de Salvaguarda para su conservación. Un producto de interés cultural y turístico de enorme potencial económico. Una danza que nació en las calles de nuestra ciudad, y logró extenderse por todo el planeta como un virus de alta transmisibilidad, como ningún genero bailable o musical popular lo había logrado antes.

Toda esta pomposidad es el tango. Y sin embargo, cada vez es mas difícil encontrar espacios para bailarlo.

Y es que una milonga es un mal negocio. El milonguero sale a bailar y lo único que le interesa es bailar. El público de las milongas no consume más que aire y espacio. La recaudación al final del día no es buena. Y los locales suelen expulsar los proyectos de tango y sustituirlos por géneros más “rentables”.

El gran desafío para los organizadores de milongas es encontrar una solución que permita que los espacios para bailar tango sean sostenibles en el tiempo. ¿Cual es el camino?

Del lado de la sociedad civil, fue necesario organizarse. Por iniciativa de los propios milongueros y gestores del tango en Uruguay, fue creada la Asociación de Milongueros “Encuentro milonguero”, en 2015, que pretende promover las milongas en Uruguay y ser un interlocutor con personería jurídica entre la sociedad civil y las Autoridades.

Del lado del Estado, se han hecho algunos avances importantes, pero desordenados y puntuales, sin políticas claras de desarrollo: los apoyos suelen ser a proyectos individuales, iniciativa de los propios gestores culturales de tango que salen a buscar recursos y a golpear puertas. Otras veces son iniciativas del propio ámbito público, que convoca al sector privado. Pero todas tienen un mismo problema en común: obtienen apoyos puntuales, quedan en lo anecdótico, y es muy difícil para los gestores dar continuidad a sus proyectos.

Es necesario el desarrollo de una política de Estado en torno al tango. Que el apoyo sea sistemático y estratégico para todos los espacios de milongas del país, que logre beneficiar a todo el sector del tango, y solucione problemas tan comunes y tan reiterativos.

Otorgar subvenciones para las milongas, facilitar los trámites de habilitación de los locales, ceder espacios públicos y edificios municipales, y desarrollar una política que proteja y promueva la permanencia de estos espacios, son solo algunas ideas que podrían colaborar a quienes dan pelea día a día por mantener viva la cultura del tango en nuestro país.