DOS POR UNO CON ENRIQUE

 

En la década del 40, el boliche nocturno por excelencia en el Rio de la Plata era el cabaret. 

Cualquier cabaret contaba con una gran pista de baile, un portero con sombrero, y las “alternadoras”: damas de compañía contratadas por la casa, cuya misión era hacer que los clientes las invitaran a sentarse a su mesa a tomar una copa y de esa forma consumir lo máximo posible.

Todo cabaret contaba también con una orquesta típica de tango y una orquesta de jazz o ritmos similares, que tocaban casi todas las noches. Entre orquesta y orquesta, a modo de interludio, se presentaba “el varieté”, que consistía en una serie de números artísticos de distinta índole.

La orquesta de Enrique Rodríguez era en aquel entonces llamada “La orquesta de todos los ritmos”, ya que ofrecían un repertorio no solo de tangos milongas y valses, sino también de foxtrot, pasodoble, habaneras, entre varios otros. 

Esta versatilidad tenía sus pros y sus contras: por un lado, le dificultó ganarse un lugar entre las orquestas de tango más respetadas de la época de oro; por otro, fue una estrategia comercial efectiva, ya que le permitió convertirse en una de las favoritas de los cabarets con menos recursos. Su diversidad rítmica hacía innecesaria la contratación de una segunda orquesta de otro género, lo que resultaba más económico.