El Señor García se jacta de haber bailado 727.872 minutos de tango en los últimos diecisiete años, dos meses y veintiséis días.

La explicación de este tan impresionante logro requiere un breve recorrido por la historia de este particular señor.

García es un milonguero de esos que se autoproclaman “de ley”. Desde hace diecisiete años (y dos meses y veintiséis días) la ida a la milonga constituye el motor fundamental de su vida. Toda su rutina de vendedor retirado gira en torno a la aventura de las noches milongueras.

Durante los casi treinta y dos años que duró su actividad laboral, se dedicó enteramente a la venta salvaje de todo tipo de productos y servicios, realizando turnos interminables de catorce horas diarias, y alcanzando un considerable éxito económico. Un día, sin razón aparente y en el pico de su carrera, abandonó todo negocio y se instaló en una apacible vida de cincuentón jubilado.

– Yo no se que me pasó, pibe… – me dice – un día me iluminé! Años y años en lo único que pensaba era en hacer el mango, y un día dije basta… yastá. Desde ese día soy millonario. Pero soy millonario en tiempo.

Dos años de inercia y crucigramas fallidos pasaron hasta que un día, como por error, García encontró en la contratapa del diario un anuncio con clases de tango y visualizó su destino. Desde ese preciso momento el tango se convirtió en su nueva obsesión y comenzó a vivir cada día con la certeza y el orgullo de no estar desperdiciando más su vida.

– Tenemos muy poco tiempo, pibe… – me dice mientras se levanta para comenzar la octava tanda de la noche – hay que aprovechar cada minuto.

El Señor García baila siempre con una sonrisa abierta en la cara, con la punta de la lengua apretada contra el labio inferior, hundido en el saco de lino gris, dos talles más grande que él. Da pasos cortitos, y lleva el brazo de la toma muy alto, casi a la altura de la oreja de la compañera, por lo general más alta que él. En el bolsillo trasero de su pantalón se divisa un bulto grotesco.

Y es que García lleva siempre una libretita en este bolsillo (por supuesto ni se le ocurre llevarla en el delantero de la camisa o del saco pues eso constituiría una verdadera calamidad para la compañera de baile), en donde va anotando al finalizar cada tanda el numero de tangos bailados y el promedio aproximado de la duración de cada tango, basándose en la fecha de grabación de los tangos de la tanda. Se repite a si mismo durante cada anotación que por supuesto que es un calculo aproximado y no se le ocurre incurrir en obsesivas exactitudes.

La operación de anotación en la libreta en muchos casos debe ser hecha de pie y en movimiento, en el no pocas veces accidentado camino que transcurre desde la mesa de su compañera (el señor García se sabe caballero) hasta su mesa. Esto se debe a que algunos musicalizadores hacen las cortinas demasiado cortas y muchas veces no encuentra suficiente tiempo para hacer sus números tranquilamente desde su mesa entre tanda y tanda.

– Fijate pibe, el cálculo es muy sencillo – me dice entre trago y trago de Pepsi-Cola – Fijate que en cada milonga hay un promedio de cuatro horas, que son exactamente 240 minutos… y yo nunca voy ni mas ni menos que eso, ¿viste?

Asegura que el promedio de duración de cada tango de la década del ’40 (con un cálculo que ya implica la inclusión de la bien conocida “cortina”) es de exactamente 3,20 minutos. Esto significa que en cada milonga completa se pasan un total de 76 tangos. Garcia afirma, luego de años de cálculos y estadísticas, que su promedio de baile es de exactamente el 72% de cada milonga a la que asiste (si consideramos tiempos de descanso, frecuentes idas al baño e intermitentes picardías de Pepsi-Cola en la barra), con lo cual Garcia baila unos 54 tangos por noche milonguera, lo cual constituye unas 14 tandas (por supuesto vale aclarar que hablamos de milongas tradicionales y no estas deformaciones modernas de la tradición que ni te cuento, comenta por lo bajo).

Entonces, prosigue, teniendo en cuenta que cada semana asiste a un promedio de 5 milongas (el reumatólogo recomendó un mínimo de dos días de descanso semanales), podemos asegurar que Garcia baila 273 tangos por semana, que son unas 68 tandas. Quien quiera hacer el calculo mensual, comprobará que esto implica aproximadamente unos 1094 tangos por mes, lo cual lleva a entender que cada año García baila, podríamos afirmar con bastante exactitud, unos 13.133 tangos, que vendrían a ser exactamente unos 42.024 minutos de baile anuales, lo cual constituiría unas 701 horas de baile por año. Y esto nos lleva a la cuenta final hasta el día de la fecha en la que Garcia sostiene orgulloso que en los pasados diecisiete años dos meses y veintiséis días ha bailado nada más y nada menos que unas 56.865 tandas, que son unos 227.461 tangos, que son a su vez unas 12.131 horas de baile, lo que finalmente y gracias a Dios y a todas las matemáticas nos da exactamente 727.872 minutos de baile.

– Fijate si me voy a andar complicando con laburo, pibe…

Las conversaciones con el Señor Garcia siempre son breves. De un momento al otro siente el comienzo de la nueva tanda y, sin terminar de hablar, levanta la mirada buscando su próxima compañera y en pocos segundos se incorpora y sale disparado hacia alguna mesa y desaparece entre el desorden de voces y polleras y brazos que se abren y parejas que se abrazan y empiezan a dibujar el paisaje de la pista.