CANAL DE LA MANCHA 


Me miro los zapatos.

Son graciosos. Tienen una personalidad propia, eso no se puede negar. Tienen forma de cabeza de marciano, y únicamente con cuatro de esos agujeritos para enhebrar los cordones, todos juntitos, muy abajo, apretaditos. Me los compré ayer en Londres, lo cual es realmente muy raro, ya que nunca compro nada en Londres, mas que sanguches de salmon y recargas para Oyster Card.

Son zapatos graciosos, no cabe ninguna duda. No son elegantes ni discretos ni cool ni nada por el estilo. Son simplemente graciosos, y eso está bien. Los miro y no me convencen del todo, pero seguramente es porque tienen demasiada personalidad, una personalidad dudosa, en la que aun no confío. Los miro con desconfianza de a ratos, pero con la profunda certeza de que poco a poco les voy a ir agarrando cariño.

El piso se mueve, seguro pasó algún otro barco cerca. Levanto la mirada y miro para la derecha. Solo veo el mar. Estoy en el medio del mar, en algún punto entre Gran Bretaña y Europa, en pleno Canal de la Mancha. Eso suena a historieta. Le mando un mensaje a mi madre: “Estoy en el canal de la Mancha”. Lo grabo en mi memoria.

Vuelvo a leer el mensaje, me viene una nostalgia y un agradecimiento enormes. Pensar que me tomé ese barco para ir a dar unas clases de tango a Francia. Pienso qué simple y a la vez qué importante todo esto.

Estos ferrys son una verdadera bosta. A mi izquierda, hay un pequeño casino y un pelotudo con camisa a rombos jugando en una maquinita. Hay olor a café barato (aunque por supuesto que es un disparate de caro). Hay viejos y niños y señoras gordas haciendo videitos por todos lados. El barco es feo. Hay un par de restoranes horribles y sillas y sillones de muy mal gusto por todos lados. De pronto se escuchan muchas monedas caer en una de las maquinitas del casino y un grito ahogado. El pelotudo de camisa a rombos debe haber ganado algo.

Vuelvo a mirar el horizonte. El limite entre el mar y el cielo es muy difuso. Pienso en los curiosos caminos a los que me ha llevado el tango.

El sol brilla rabioso afuera y en algún descuido alguien deja la puerta abierta y entra un resabio de olor a mar.

Cierro la compu y vuelvo a salir a cubierta.